La aventura de un mural colectivo, con la guía de Roux
“Para ser libre hay que entender primero los mecanismos y las estructuras que guían el arte”, sentencia Guillermo Roux, en un esfuerzo por resumir la pedagogía con la que animó a siete de sus 200 discípulos a estudiar la precisión anatómica de la figura humana en la obra cumbre de Luca Signorelli: el conjunto de frescos inspirados en la Divina Comedia, de Dante,con los que decoró la capilla de Brizio en la catedral de Orvieto, de 1499 a 1504.
Ese capolavoro de anatomías casi perfectas, encargado dos años antes a Fra Angelico, lejos de un afán imitativo, cerró una etapa de cuatro años de formación y fue la excusa para una vasta y original empresa mural, hoy exhibida en la fundación taller de Roux, en Villarroel 1442, Villa Crespo.
Inspirados por las dotes del temprano genio renacentista, maestro del escorzo e introductor de un desarrollo inédito de la historia del arte, el maestro Roux incentivó a sus alumnos a ejecutar cientos y cientos de bocetos para que descifraran el origen estructural del trazo del artista que inspiró a Miguel Angel con su Juicio universal en la Capilla Sixtina. La intención fue que a través de los estudios descubrieran el vigor de las formas y se acercaran a la unidad estilística del gran fresquista toscano.
“Quería que descubrieran que a través de la geometría se logra la monumentalidad de la forma y que no se trataba de copiar o de imitar, sino de develar la arquitectura de la representación. Sólo entrenando ese saber un artista se libera”, dice Roux a LA NACION.
Esa experiencia que les insumió dos años de trabajo y que se asemeja en parte al derrotero emprendido por Roux con su mural de homenaje a Buenos Aires, en el BankBoston, el maestro la describe como compleja en lo técnico e intensa en lo vivencial. Tanto para los que siguieron el proceso como para el que lo comandó.
Obra conjunta
“Fue un trabajo colectivo, para nada solitario, donde hubo que consensuar posiciones, aprender a trabajar en equipo, ser pacientes, tolerantes y tener mucho rigor metodológico”, cuenta una de las autoras, la bioquímica Silvia Barbero, de 41 años.
El equipo de artistas que participó de ese desafío plástico realizado en el siglo XV con temple a la caseína, sobre una tela de 2,8 por 6 metros adherida a la pared, estuvo integrado, además, por María Florencia Alvarez, Paula Cecchi, Julio Hilger, Santiago Migliavacca, Nicolás Oyuela y Gonzalo Varela.
La obra puede ser visitada los lunes, martes, jueves y viernes, de 10 a 17, y sábados, de 16 a 19. Junto con el mural se exhibe el centenar de bocetos que dan cuenta de los diversos estudios, ritmos y poses de cada una de las 17 figuras, entre las que se cuenta la fisonomía del propio Signorelli, flanqueado por Fra Angelico.
Fiel a su estilo, Roux no fue un maestro complaciente y, sin preaviso, les dobló la apuesta: “Ahora, métanse adentro”, les ordenó, una vez que la composición estaba decidida y bocetada. En otras palabras, la gran pintura debía incluir los autorretratos de cada uno de los autores.
“La trampa radicó en alcanzar una unidad estilística al tener que integrar el clasicismo de Signorelli con la impronta de su propia fisonomía”, apunta Roux.
Al lado del maestro, Julio, uno de los alumnos, señala lo arduo del proceso al mostrar la infinidad de bocetos y variaciones en carbonilla que hizo de su propio rostro para recrear al único personaje que aparece sentado.
Todos coinciden en que la experiencia plástica convertida en muestra les infundió la virtud de la constancia y les demostró que “el arte siempre requiere tiempo”, Pero también puso en perspectiva otras nociones, como la capacidad de transmitir sentido que tiene cada uno de los elementos visuales. “Fue importante estudiarlos y entenderlos en profundidad, por lo que son capaces de comunicar,”, agregó Nicolás Oyuela, otro de los alumnos.
Con un libro en preparación y dos muestras programadas para 2008 -una de ellas con los postergados bocetos de Homenaje a Buenos Aries y la otra, el estreno de una nueva serie que bucea en la música-, Roux reafirmó a través del rol de maestro un precepto a veces olvidado: “El arte puede nacer también del arte”.
Por Loreley Gaffoglio
De la Redacción de LA NACION
Jueves 1 de febrero de 2007