PAULA CECCHI

Secretos de la búsqueda artística

Explica los cruces con la improvisación teatral y la dramaturgia que dieron origen a una muestra plástica diferente. Los encantos del esgrafiado y la docencia de Roux.

Detrás de la puerta, debajo del sillón, entre las flores, en el reverso del cuadro colgado en la pared… La chica de vestido celeste rastrea sin cesar lo que siempre había estado en el marco de su ventana. Buscando el pájaro azul es una serie de óleos que Paula Cecchi pintó a partir de la obra de teatro homónima del belga Maurice Maeterlinck, y presenta junto a Variaciones sobre una chica que vive sola, en la Galería de Arte Laura Haber de Belgrano.Para la creación de ambas series, Cecchi trabajó con improvisaciones teatrales en su taller, junto a la actriz Lucía Maciel y el dramaturgo Ariel Gurevich. El resultado –hoy– son imágenes de una gran carga escénica con unos textos que acompañan el recorrido y abren el juego hacia otros formatos: tal vez un libro, una obra de teatro, un corto y, por qué no, un largometraje.

–¿Cómo surgieron las series que exhibe?
–La serie del pájaro azul, metáfora de que solemos buscar afuera algo que ya tenemos, disparó las variaciones que son situaciones mínimas, de esas en las que nunca ponemos el foco. Si bien la muestra trata de todas las mujeres, se fue armando una suerte de discurso acerca de la búsqueda constante en la que todos estamos inmersos. También habla de la construcción de nuestro mundo interior, el encuentro con el arte, los viajes o lo onírico. Siempre pinto personas porque me interesa la gente y conocer sus mundos. Pero en esta muestra logré que lo retratado no sea solamente eso, hay un halo de ficción detrás.
–Utiliza varias capas de trabajo. ¿De dónde surge su forma de construcción de la imagen?
–De (Guillermo) Roux. Me la enseñó él y yo la decodifiqué, la mastiqué, hasta llegar a mi manera. Viene de Cézanne, del cubismo o postcubismo: una manera de construir la forma a partir de la geometría. Me gusta la dualidad entre la figura real y el fondo más onírico, irreal y gráfico. Empecé a jugar con el diálogo de dos técnicas: la primera etapa es dibujo en carbonilla, luego pinto colores con pasteles al óleo y cubro con tinta china. Al esgrafiar, se descubren cosas y luces inesperadas… De la oscuridad surge la luz.
–¿Cómo fue la dinámica de trabajo?
–De charlas interminables de pintura y teatro con Lucía, mi amiga actriz, con la idea de hacer una obra de teatro que incluyera pinturas. Fue un diálogo a partir de improvisaciones, imágenes y textos, con lo que armamos una audioguía que acompaña la muestra, textos que suman a cada obra.
–¿Cómo fue su experiencia con Roux?
–Fui a su taller y él me tomó: siempre elige a quién enseñar. Lo hacía a partir del dibujo, un ida y vuelta más bien dialéctico en donde no mediaba la palabra. Dejé de copiar para encontrar mi propia forma, desde un lugar en el que empezó a fluir la sensibilidad. De él aprendí la concepción de la forma y siempre me transmitió mucho amor contra corriente, decía que si uno tenía un don, tenía que compartirlo. Si hoy pinto es porque me apasiona y no necesito hacer otra cosa.
–¿Qué encuentra en la pintura?
–Me sorprende tocar cosas que yo no sabía que estaba tocando. Cada cual se emociona con algo distinto. Es copado pensar que algo que hice con un sentido despierta en el otro cosas que no controlo. A veces me emocionan cosas específicas de la pintura, me atraviesa la sensibilidad con cosas que no puedo describir como una materia, un tono o un juego de colores. Una vibración, el recorrido de la luz o una profundidad inesperada.
–¿Hay algo que busque contar deliberadamente?
–Me gusta transmitir la profundidad de cada cuadro, que genere intriga y también tiempo. Todo pasa tan rápido y estamos acostumbrados a vivir rodeados de pantallas e imágenes, pero nunca a detenernos. Nos cuesta adentrarnos en la historia o en el misterio del lenguaje plástico.
–¿Recuerda su primera pintura?
–No. Fui a un jardín de infantes de arte, es lo que hice toda mi vida. Cuando terminé el (Colegio Nacional) Buenos Aires, me gustaba todo, Medicina, Letras, pero finalmente me quedé en lo que amaba hacer. Hoy utilizo el taller de mi abuela –que era polaca y comunista y había escapado de la guerra– en el que recuerdo correr atravesando las telas, sentir las texturas, abrir sus placares y verla coser… Por eso me encanta el esgrafiado o cuando pinto con óleo porque son técnicas artesanales y puedo descubrir y armar mundos con mis manos.

Por Clara Encabo 

De la Redacción de Tiempo Argentino

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